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Cada vez es mayor el número de personas que habitan las ciudades y esta tendencia va en aumento. Las ciudades con una alta densidad de población se convierten en un organismo muy complejo. La infraestructura a menudo tradicional e histórica tiene que satisfacer de repente exigencias relacionadas al aumento de población. Debido al aumento de movilidad de la gente las ciudades tienen que proporcionar sus servicios también a los visitantes que no son pocos. ¿Como enfrentar esta situación? ¿Construir nuevas ciudades diseñadas por ingenieros modernos? Estos intentos que ya conocemos del pasado no solo no han salido bien sino que no son ni económica ni dimensionalmente viables. Nos gustan nuestras ciudades hasta con los detalles poco efectivos, quizás porque justo estos detalles nos conectan con nuestra historia y con lo que han creado nuestros antepasados. Gracias a ello son parte de nuestra identidad, una identidad que tarda siglos en crearse y que nadie puede crear de la noche a la mañana. Tenemos que convertir nuestras ciudades actuales en urbanizaciones más efectivas y con mayor rendimiento.
Uno de los posibles caminos masivamente propagado es el concepto de ciudades inteligentes. Todo el mundo habla del tema, las personas implicadas en política territorial quieren conectar su nombre con ello, pero muy poca gente realmente sabe que es. Quizás porque el significado del término está aún en desarrollo. ¿Que sabemos? La Comisión Europea nos informa que una ciudad inteligente es un lugar que aplica las tecnologías de la información y de la comunicación con el objetivo de proveerla de una infraestructura que garantice un desarrollo sostenible, un incremento de la calidad de vida de los ciudadanos y una mayor eficacia de los recursos disponibles y una participación ciudadana activa.