Siemens
En todo el mundo se utilizan, de manera casi exclusiva, autobuses diésel para el transporte público urbano, pese a que tienen un efecto perjudicial en el ecosistema local debido a las emisiones de dióxido de carbono y la contaminación acústica. Concretamente, un estudio reciente realizado por Siemens en Madrid desvela que el transporte genera el 41% de las emisiones contaminantes en la capital española. Consciente de esta situación, el propio Ayuntamiento se ha marcado una serie de objetivos medioambientales a corto y largo plazo para mejorar la calidad del aire y aumentar la eficiencia energética en la ciudad. Para poder conseguirlo, Siemens, a través de su herramienta City Performance Tool propone varias opciones y una de ellas se centra precisamente en lograr la transición de todos los autobuses públicos a vehículos de combustible alternativo, así como un 70% de los taxis y un 20% de los coches privados. Un objetivo, ambicioso, pero no imposible.
Entre los principales inconvenientes para aplicar este tipo de medidas se encuentra, en muchos casos, la necesidad de decidir entre el binomio de ecología versus economía que, con demasiada frecuencia, sí suponen un conflicto de intereses. Pero no en este caso. Tal y como demuestran los últimos estudios, los autobuses eléctricos presentan importantes ventajas desde los dos puntos de vista. Por ejemplo, Copenhague podría evitar la emisión de 37.000 toneladas de CO2 si sus 385 autobuses públicos se alimentaran de electricidad en lugar de diésel. Un estudio que analizó la viabilidad económica en el futuro de nueve tecnologías de propulsión diferentes para la ciudad de Oslo arrojó unos resultados igualmente impresionantes: La capital noruega podría ahorrarse más de diez millones de euros en un periodo de diez años si sus 64 líneas de autobús urbano empleasen vehículos con baterías y baterías enchufables.