Carlos Bernad. Presidente de Envac Iberia
La mayoría de los servicios básicos ha experimentado en el último siglo una adaptación constante a la configuración de las ciudades. Ocurre, por ejemplo, con el abastecimiento de agua, el alcantarillado, el suministro de energía o la conectividad. En todos los casos, la prestación de estos servicios ha ido ganando en eficiencia y ha añadido nuevas funcionalidades para hacer la vida más fácil al usuario. Es lo que cabe esperar en la evolución de unas urbes que cada día concentran a un mayor número de habitantes y cuyo tamaño irá en aumento.
Sin embargo, este axioma evolutivo no parece cumplirse en lo que se refiere a la recogida y transporte de la basura doméstica; es decir, la que generamos diariamente en nuestros domicilios. Es verdad que se percibe cada día una mayor sensibilidad ciudadana con respecto a la higiene y las condiciones medioambientales de habitabilidad en nuestras ciudades; pero esta actitud no corre en paralelo a la adopción, por parte de las corporaciones locales, de soluciones eficientes y sostenibles para dar respuesta a la gestión de los residuos.
Desgraciadamente, el paisaje urbano tipo en la mayor parte de las ciudades está caracterizado por aglomeración de cubos de basura en la vía pública que terminan convirtiéndose en minivertederos urbanos. Asimismo, las condiciones climáticas de las ciudades del sur de Europa no ayudan nada a paliar esta situación, especialmente en la época estival. Es espectacular ver por toda la geografía de las ciudades costera, no solo de España, sino de Italia, Francia o Grecia, el caos de residuos que se genera al verse multiplicada la población censal por 10, 20 o 30 veces durante el verano.
Afortunadamente, en este como en otros muchos campos que afectan al confort y calidad de vida de los ciudadanos, las tecnologías se están revelando como fieles aliadas del cambio. Si echamos una vistazo a lo que ocurre en nuestro entorno geográfico más próximo, comprobaremos cómo la gestión inteligente de los residuos viene ocurriendo ya, de forma «normalizada», en numerosas ciudades de Suecia, Noruega, Dinamarca, Reino Unido, China, Corea del Sur, India…Y, por cierto, también en España.
Desde el momento en que la recogida y el transporte de residuos se conciben como una infraestructura más, mediante canalizaciones subterráneas, la posibilidad de añadir inteligencia artificial a su gestión deviene simplemente en un paso más en la interrelación entre el usuario y el propio sistema.