Juan A. Sobrino. Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Toda obra dónde se desee innovar debe ser atrevida. El puente de Abetxuko se concibe como una metáfora y reivindicación de una ingeniería abierta y creativa que puede conjugarse plenamente con una visión más tradicional de la existente ingeniería analítica y pragmática.
Los puentes urbanos de luces pequeñas o medias permiten explorar nuevas posibilidades formales o constructivas ya que el coste de construcción de las estructuras depende básicamente de las dimensiones entre apoyos (luz libre) y de los materiales elegidos siempre que la construcción pueda llevarse a cabo con procedimientos convencionales. En las obras urbanas el coste de los acabados —básicamente urbanización—, de los condicionantes de construcción, de los servicios afectados, de las interrupciones de tráfico, etc. puede alcanzar valores similares a los de la propia estructura.
La esencia de la ingeniería es la innovación como camino de progreso de la sociedad. En la mayor parte de las intervenciones de la ingeniería estructural y, sobremanera en el caso de puentes, se avanza gracias al empleo de nuevos materiales, a la introducción de nuevos conceptos estructurales o la aplicación de lo ya conocido llevado al límite de las posibilidades ya exploradas o de nuevos procedimientos de construcción. El puente de Abetxuko no pretende llegar tan lejos ni convertirse en referencia, pero si desea cuestionar algunos de los procedimientos clásicos de concebir la ingeniería de puentes y, en particular, de esa difícil relación de una buena parte de la ingeniería con la estética; estética siempre encontrada a través de lo óptimo en pocas ocasiones buscada.