Javier de Diego / David Añibarro
Situado en Santa Cruz de Bezana, Cantabria, se localiza el parque Eusebio Barquín Mijares. Un espacio de 4.400 metros cuadrados aproximadamente que queda confinado entre dos bloques de edificios dispuestos en forma de L cada uno. El primero ha sido construido, formando en un futuro entre los dos un trapecio situando las entradas en los vértices de su diagonal mayor. De estos accesos parten caminos que vertebran el parque de norte a sur y de este a oeste, permitiendo acceder a las viviendas, oficinas y a los bajos comerciales existentes.
Los caminos de diferentes anchos regulares según una jerarquía establecida, conforman entre ellos piezas de diferentes formas y dimensiones de donde surgen pequeñas interpretaciones de espacios naturales y jardines.
Cada fragmento diseñado mediante una topografía particular y asociaciones vegetales determinadas, va evolucionando enlazando unos con otros y dando lugar a montículos con curvas de nivel muy orgánicas, pequeños jardines y bosques, donde el contraste entre las distintas texturas de la vegetación, sus volúmenes, los colores de las floraciones y la configuración del terreno, juegan papeles fundamentales en las sensaciones que se perciben a su paso y en el tiempo.
Árboles, arbustos y plantas, junto con los modelados del terreno se encargan de separar partes del mismo espacio, favoreciendo la creación de ámbitos con distintos rangos de privacidad donde se ubican zonas de descanso y donde se desarrollan diferentes actividades.
Todas las personas en el acceso al parque y más en su recorrido pasan a través de árboles, masas de arbustos, algunos con un marco de plantación muy estrecho que nos trasladan a la idea del bosque y sotobosque con las plantaciones que tapizan sus pies. Esta idea se transmite también con el paso de la luz que según el momento del día atraviesa las copas de los árboles a distintas alturas dando lugar a un juego de luces y sombras en los pavimentos, en donde se imprimen de forma temporal las formas vegetales.