Arquitectos: José María Pérez González y Fernando Gaforio Nebreda
Este monumento es un grito colectivo de nuestra sociedad contra el silencio y el olvido
y un ejemplo de participación ciudadana y colaboración institucional
Lleno de simbolismo y significado, se configura como un espacio urbano abierto, como una nueva plaza pública antesala de la estación de El Pozo. Una plaza longitudinal, paralela a los andenes y a las vías del tren, pensada también para uso y disfrute de los vecinos del barrio.
El monumento consta de varios elementos
El primero es el muro que cierra el andén de la estación que hemos convertido en un tren de solidaridad en cuyas ventanas se muestran 31 cerámicas de otros tantos artistas que donaron sus originales para una primera exposición de homenaje a las víctimas como muestra de la solidaridad de toda la sociedad y que ha sido el punto de arranque de la idea del monumento.
De todos es sabido que el arte trasciende las generaciones y que el gran arte alcanza fama imperecedera por eso dijo Alejandro Magno: «Nunca seré como Aquiles. Yo no tendré un Homero que me cante».
La segunda pieza del monumento es ese estanque sobre el que se eleva al cielo un megalito longitudinal de piedra granítica compuesto por menhires y trilitos. Aparentando flotar ingrávida sobre las aguas del estanque, una bandeja de acero inoxidable derrama lágrimas de lluvia a través de 192 acanaladuras. Sobre la fragilidad de la vida representada por el agua del estanque alimentado por la lluvia se alza la piedra milenaria que garantiza el recuerdo imperecedero.
Circunda el estanque un banco perimetral con un respaldo de rosas rojas. Los corona perimetral de rosas que brotan cada primavera son una ofrenda floral que se renovará año tras año. Los laureles que jalonan la pequeña escalinata que se abre al intercambiador representan la corona que adornaba la frente de los héroes en la antigüedad [leer más… en la edición impresa]