La mayoría de las poblaciones costeras en Europa ven como la estación turística se alarga cada vez más en el tiempo. Esto implica para sus gobernantes una gran inversión energética que evite serios problemas de convivencia y seguridad. Hosteleros, comerciantes y vecinos apuestan por mejorar la iluminación de las playas y de las zonas adyacentes para potenciar la sostenibilidad del sector, aumentar el uso nocturno de las zonas de baño y, al mismo tiempo, evitar conflictos y vandalismo.
Europa es un continente marítimo con una línea costera que va desde el Ártico hasta el Mediterráneo y desde el Atlántico hasta el Mar Negro. Mallorca (España), la Côte d’Azur (Francia), el Algarve (Portugal) o la Costa Dálmata (Croacia) son actualmente destinos habituales para buena parte de turistas europeos. Alemanes, rusos o británicos aterrizan en sus playas buscando el sol, el mar y el descanso. Estas poblaciones viven de los beneficios que genera el turismo que suele ser la primera industria local. Según la UE, cuatro de cada nueve pernoctaciones en hoteles se pasan en poblaciones costeras y en el 2013 los ingresos turísticos en el viejo continente supusieron más de 368.000 millones de euros.
Por eso para favorecer el mantenimiento (y crecimiento) de la industria turística es imprescindible, ante todo, mantener la calidad del servicio, favorecer la sostenibilidad para controlar el cambio climático y reducir los costes energéticos.
Y la iluminación de las playas es uno de los factores fundamentales en la oferta de seguridad, confort y ocio a los turistas que las visitan y además colabora técnicamente a reducir la presión a la que se ven sometidas estas poblaciones por el cambio climático que puede modificar la sostenibilidad de su industria en el medio-largo plazo.
La clave para iluminar un paseo marítimo o una playa urbana es el equilibrio. Hay que buscar formas de energías más limpias y más eficiente que ayuden a mantener los ecosistemas de las zonas costeras, pero sin reducir el confort o la sensación de seguridad.