España fea, ¿o España afeada?

0
701
España fea

por Javier Díez

ISSUU

En este artículo quisiera hacer un repaso del estado y situación del urbanismo en nuestro país y su impacto en el medio ambiente y en las propias ciudades; siendo como soy un simple ciudadano preocupado e interesado por estos temas me voy a permitir apoyarme y utilizar como referente el magnífico libro, por riguroso y documentado, ESPAÑA FEA, que recientemente ha publicado el periodista Andrés Rubio en la editorial Debate; y para ello comenzaré fijando mi atención en su conciso y contundente título.

Por supuesto que su autor, con una larga trayectoria profesional que le llevó a ser jefe de la sección Cultura del periódico El País y durante casi 20 años de su suplemento El Viajero, conoce perfectamente los mecanismos y resortes que hacen de un buen titular el anzuelo perfecto para que el potencial lector o lectora fije su atención en él y con ello consiga que el artículo que encabeza sea finalmente leído; seguramente esa misma lógica sea la que ha llevado a Rubio a escoger tan sobrio y sucinto título; y es posible que dicha elección encierre también — y ahí una demostración de su buen quehacer profesional— un punto de intencionalidad polémica, e incluso provocativa, al confrontar el nombre de nuestro querido —a veces y en parte, al menos por mi parte— país con un adjetivo de tal carga peyorativa, consiguiendo así llamar nuestra atención sobre esta publicación en la mesa de novedades de cualquier librería.

España fea

Pues bien, yo me permito, más que nada por ampliar el campo de batalla —dialéctico, se entiende— plantear qué hubiese sucedido si el título escogido para este libro hubiese sido —en la línea discursiva tan de actualidad entre los términos vacía y vaciada— ESPAÑA AFEADA; mi planteamiento es el de cuestionar si realmente existe una España fea; considero que cualquier espacio natural, cualquier paisaje, posee su belleza, propia e intrínseca, aunque se aparte de los cánones predefinidos o consensuados; ¿o es que tal vez podamos hablar de la fealdad de los áridos paisajes desérticos meridionales frente al verdor edénico de los valles atlánticos?, ¿o es menos bella una playa de oscuras piedras volcánicas que una de dorada arena?

Ni siquiera el paisaje creado e intervenido de manera artificial por el hombre, ya sean pueblos, ciudades, vías de comunicación o generando infraestructuras productivas, y redefiniendo así el territorio, creo que pueda calificarse, a priori, de empobrecedor o afeante.