Federico Wulff Barreiro y Francisco J. del Corral del Campo
En el límite donde la ciudad de Granada se funde con el paisaje agrícola de su Vega, cerca de la autovía pero protegido de ella, se ha desarrollado un nuevo espacio publico para la ciudad, tanto a cota de topografía como en las cubiertas del nuevo edificio de oficinas.
Este nuevo paisaje pretende establecer un diálogo con el territorio agrícola tradicional milagrosamente conservado a pesar de los desmanes del cemento, desde una sensibilidad contemporánea, a la vez que se relaciona con su entorno urbano más inmediato, en el que se están desarrollando en los últimos años obras de gran calidad arquitectónica, como la ampliación del Parque de las Ciencias, el Museo de la Memoria de Andalucía, o la futura Opera.
La intervención
Este territorio se define gracias a un sistema de intervención flexible que permite conducir el movimiento de los visitantes y facilitar tanto la percepción de las nuevas cualidades del lugar como la introducción de usos variados en él.
Al nivel del terreno, la obra se ha concebido como de una sucesión de bandas difractadas de percepciones variadas y coherentes entre sí, a través de las cuales surge la naturaleza en forma de dunas verdes. El jardín se despliega en dos niveles, uno primero de acceso, y otro inferior para desarrollo de eventos, protegido de la autovía mediante elevaciones de las bandas difractadas y pantallas vegetales.
Este territorio de bandas continuas y quebradas es un jardín surcado por líneas de fuerza que acompañan el paseo invitando a sentirlo. Las líneas constituyen los límites que configuran el jardín como si de un paisaje agrícola roturado se tratase. De este modo, se abrigan en él los cursos de agua que lo surcan, contienen la topografía vegetal que nos ofrece los aromas y colores de sus diferentes especies, y delimitan los diferentes materiales que acompañan nuestro camino o descanso.
El plano de este nuevo lugar se extiende hacia los espacios urbanos circundantes, más allá del nuevo edificio, para a continuación acogernos con sus aromas, color y frescor. El horizonte es el natural, el de la Vega de Granada.
El desnivel se resuelve con la geometría difractada de líneas que, en continuidad, de nuevo invitan a adentrarse en este paisaje. Se trata de un espacio de confluencia, desarrollado en sentido transversal y pautado por líneas que delimitan tanto áreas de diversas especies arbóreas y arbustivas como el susurro del agua en un estanque [leer más… en la edición impresa]