Daniel Santillana
Existe, siempre ha existido, una relación íntima, cordial, entre Cruz Marcos y el paisaje. Cruz Marcos desde su juventud ha sentido el paisaje como inspiración y motivo escultórico.
Históricamente, el paisaje, los paisajes en su diversidad de fisonomías, han sido vistos y se han constituido como escenarios posibles y gratos donde plantar escultura, entendida ésta como estatuaria y monumental. El monumento acaba alzándose como símbolo de identidad representativo de lo colectivo, así, convertido en emblema, viene a ocupar espacios privilegiados como son plazas, parques o jardines. Estas ubicaciones acaban dotando al espacio paisajístico —objeto de intervención— de un carácter propio, trasunto éste que podemos apreciar con claridad en la plaza de la Concepción: su fisonomía se vio profundamente alterada con la planta de la escultura monumental, sobre bien definido pedestal, dedicado a la beata sor Beatriz de Silva y Meneses. En esta obra, Cruz Marcos da cuenta de su maestría metalista, pues, si en una primera mirada deducimos que se trata de un trabajo de vaciado en bronce, una visión atenta nos permite descubrir lo equivocado de nuestro juicio, pues, vaciados en bronce son la faz y las manos, no la totalidad del volumen, modelado éste batiendo la plancha de latón.
El trato que otorga Cruz Marcos a los diversos materiales, su mezcla, su calidez final, la palpitación que otorga al hierro, son características definitorias de su estilo. Este variado modo y trato al material, su fusión, tiene como exponente mas explícito la escultura de Julián Besteiro plantada en el patio del edificio Lorenzana, directamente sobre el enlosado, sin pedestal, cosa que no resta un ápice a su valor representativo.