La fase más prolongada del proceso escultórico de Feliciano la constituyen sus series de módulos que gravitan en el espacio por suspensiones sencillas de cables. Entre 1972 y 1979, Feliciano ha desarrollado un trabajo interesante de inspiración en los principios de la física. La suspensión mediante cables, la inclusión del soporte en el espacio de la escultura y la valoración cromática de las formas modulares inmediatamente hicieron identificable el estilo del escultor.
Sobre este proceso de investigación se cimenta la escultura última de Feliciano Hernández, la cual ha logrado una rotundidad y una verdad envidiables. Prescindiendo del soporte, aceptando ahora los principios físicos con todas sus implicaciones en el empleo y distribución de masas y cables, simplificando las formas y haciendo que los módulos pierdan su rigidez, Feliciano nos propone unas obras de espléndido poder y tan hermosas e identificables como las que inmediatamente las precedieron.
Caracterizan a estos trabajos: la economía de sus formas elementales, la nitidez de superficies, la precisión de la estructura, la funcionalidad total de las masas y de los tirantes, la aceptación de efectos de la técnica industrial, la eficaz proyección de la pieza en su espacio ambiente, el entendimiento de la escultura como obra abierta y la renuncia a todo efectismo…
Cuando, siguiendo el proceso del trabajo y de la investigación de un artista, se llega a esta evidencia de su maduración plena y de su definición estilística inequívoca, uno reconoce el carácter ejemplar de la actividad artística como impulso capaz de orientar al hombre frente a la general desintegración espiritual y física.
(Fragmento del texto de José Marín Medina)