Cristóbal R. Román Bustos. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Ingeniero Civil
Socio de BIENER CONSULTORÍA TÉCNICA, S.L.
Para iluminar los espacios públicos, existen en el mercado diferentes tecnologías, las cuales han alcanzado mejoras muy importantes en eficiencia energética. Por ello, es el momento de aprovechar los avances para disminuir los consumos y sus costes, creando a su vez ciudades más sostenibles.
Desde la antigüedad, las calles se han alumbrado utilizando la tecnología del momento, siempre con el objetivo de garantizar el trasiego ciudadano y aumentar su seguridad durante la noche. El fuego se convirtió en un fiel aliado de la humanidad en la iluminación de los hogares y las calles, perfeccionando las luminarias mediante la incorporación de diferentes aceites y mechas.
A principios del siglo XIX se incorporaron las farolas de gas en las ciudades, las cuales requerían el trabajo del farolero para su encendido, aunque posteriormente nacieron los dispositivos automáticos.
Sin embargo, el adelanto más relevante se produjo con la aparición de las bombillas incandescentes alimentadas por energía eléctrica. Fue a finales del siglo XIX cuando comenzó a utilizarse este tipo de lámparas en los alumbrados públicos.
Hay varios nombres de científicos que trabajaron con la bombilla incandescente, entre ellos Joseph Wilson Swan, Humphry Davy, etc. Thomas Alva Edison presentó la patente en EEUU y fue el precursor de la bombilla de bajo coste, todo ello entre 1855 y 1880. Se trataba de una lámpara muy eficiente en aquella época, pero poco funcional en la actualidad. No obstante, tenemos mucho que agradecer a los citados inventores.
Hasta nuestros días, en las ciudades se han instalado bombillas incandescentes, fluorescentes, de vapor de mercurio, de inducción, de halogenuro metálico y de sodio, habiendo emergido recientemente el Led. Sin embargo, en las últimas décadas se ha generalizado el sodio, de temperatura de color cálido, y en menor medida el halogenuro metálico, este último de color neutro y frío. Por el contrario, el vapor de mercurio está desapareciendo del alumbrado público, por su menor eficiencia y por considerarse pernicioso para la salud ambiental y del ser humano.